Visiones de un destino: Un fragmento muy sugerente


             Isla Tortuga, ese nombre aparecía una y otra vez a lo largo de la velada, la que se alargó hasta bien entrada la noche. Alan y yo nos cruzábamos una y otra vez haciendo incisos y bebiendo absenta, hasta una de las veces donde me agarró del brazo y me llevó a una de las habitaciones del piso superior. Sin mediar palabra, abrió un botecito y me hizo inhalar. Parecía que la cabeza me iba a estallar, y un segundo después estaba flotando. Tuve la sensación de estar suspendida en una nube de algodón, a cada paso que daba me hundía más… y más. Agarré a Alan con fuerza y lo besé como si la vida me fuera en ello. No podía parar, estaba en un éxtasis total, todo mi cuerpo vibraba. Cada beso era una caricia, y cada caricia iba acompañada de un gemido. La ropa caía al suelo una tras otra y, una vez despojados de todo impedimento, nuestros cuerpos se fundieron en uno. No le veía el fin a tanto placer, cada vez que lo sentía en mi interior me hacía volar y perdía el sentido. Nadie antes me había hecho sentir algo parecido, estaba en el séptimo cielo... hasta que la puerta se abrió. En ese momento quise morir.
—¡Samantha, espera!—Y la puerta se cerró tras ella.

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