La palabra mujer es sinónimo de grandeza
Acabo de leer un artículo de Rosa Montero en el suplemento de El País titulado "La playa, celulitis y gaznápiros", y... ¡qué razón tiene! ¿Por qué nos preocupamos tanto las mujeres por nuestra apariencia física? ¿Por qué corremos hacia el agua y no andamos luciendo nuestros atributos? Nos avergonzamos del trasero. De la celulitis. Queremos esconder esas partes que tanto nos avergüenzan... pero... ¿Por qué? ¿Para que los hombres nos vean guapas? ¿Es que acaso no lo somos tal y como dios nos trajo al mundo aunque sea con unos kilos de más, con los brazos fofos, nariz aguileña, rodillas gordas o picudas? Aquellos que más critican, los que nos acusan de gordas y feas, resulta que nunca se han mirado su propia barriga. Porque ellos las quieren guapas y delgadas aunque se queden mudos y sin poder de reacción ante una mujer de bandera. Sinceramente opino que, antes de enjuiciar, deberían hacer una autocrítica de sí mismos antes de sacar faltas a los demás. Hombres de todas las culturas, tallas y estaturas se pasean sin ningún pudor por las playas de todo el mundo exhibiendo sus espléndidas barrigas cerveceras sin ningún tipo de pudor. Y llegados a este punto, ¿Por qué ellos pueden lucir tripa y nosotras no? ¿Por qué estos gaznápiros, simplones, nos tienen que hacer sentir mal con nuestros cuerpos? ¿Podrá ser el problema la falta de autoestima? ¿Es que de verdad nos hace falta que nos digan lo guapas que estamos para poder creer en ello?
Deberíamos ir con la cabeza bien alta sea cual sea el tamaño de nuestro trasero, y que a nosotras (y no a ellos) se nos ha atribuido el don de la procreación, y debido a ello, la mayoría de las mujeres debe sufrir cambios hormonales, depresiones, estrías, aumento de peso, y la gota que colma el vaso es que tenemos que ver como nuestros senos se deforman y caen en picado mirando al suelo. ¡Señores y señoras! Que he empezado por los hombres, pero continúo por las mujeres. Que si no tenemos poco con el sexo opuesto, ya sólo nos falta que entre nosotras nos sigamos tirando piedras y haciendo estúpidas comparaciones. Que menos criticar y más valorar. Que la palabra mujer es sinónimo de grandeza. Que sin ella se extinguiría la especie humana. Que, a ver si apreciamos más lo que se nos ha regalado en esta vida. Que nos quejamos por no pesar unos kilos menos, no ser rubia o no tener los ojos claros ni rasgados. Pero de lo que aún no nos hemos dado cuenta es que ya lo tenemos todo si no hemos nacido ciegos, sordos o con cualquier otra enfermedad, discapacidad o disfunción. De qué nos estamos quejando si podemos ver, caminar, saborear, respirar, ¡hablar! Tantas y tantas cosas de las que tenemos que estar agradecidos cada vez que nos levantamos por la mañana y ponemos un pie en el suelo que debería darnos vergüenza, y digo darnos, porque estaría mintiendo si dijera que alguna vez no he mirado de reojo. Y yo digo, ¡Que la vida es muy bonita para preocuparse por meras banalidades! Y que, antes de criticar y hacer daño hemos de mirar nuestro propio ombligo. ¡El nuestro! Que no el ajeno.
Nos deberíamos sentir guapas, bellas y orgullosas,
porque somos igual o más hermosas
que la prosa de Vargas Llosa.
Beatriz Vidal
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